domingo, 22 de febrero de 2015

ODA A FRANCISCO.

Si aún no tiene claro que nombre le pondrá a su hijo, espere a acabar de leer este post porque le acabaré convenciendo para que le llame Francisco. O bueno Francesc. Lo que usted desee. Aunque sobretodo procure llamarlo por algún diminutivo relacionado con el final de dicho nombre. Pues sí, porque como aquellos brasileños que registran a su hijo en el hospital de Rio de Janeiro como Ronaldo, esperando que dentro de 25 años lo vean levantar un Mundial, en España, el nombre Francisco está de moda en el futbol.
Me bastan dos ejemplos. Cesc e Isco. Que traducido es dos veces Isco, o dos veces Cesc, según el idioma que hable. Yo soy fan confeso del primero, de Francesc, que algunos llaman Fàbregas y otros se hacen un nudo en la lengua para decir su diminutivo, pero yo le llamo Cesc. Un Francisco que la toca. Pero ahora mi atención se ha desviado más por el otro Fran: Isco. No sé si es que le tengo devoción al nombre, yo creo que no. Quizás la pelota sí que le tenga, de devoción. Eso explicaría muchas cosas. Cosas como que puede que haya veintiún jugadores peleándose con el balón y que el bueno de Fran le diga “oye vente aquí y no te muevas”. Y ¡pam! Dicho y hecho. Algo tiene el esférico y ese hombre. Alguna vez me pillarán viendo imágenes en cámara lenta (esas slow-motion que mooolaaan taaantooo) intentando ver por qué esa pelota hace la exacta parábola que tiene como fin la bota de Isco. Al final llegué a la conclusión de que o su marca de calzado va un paso por delante de la competencia y usa un complejo sistema de imanes o que el chaval se frota las medias con el pelo de Marcelo antes de salir al campo para que se le cree un poco de electricidad estática en los pies. O que es muy bueno, apunten esta última como la más posible.
Si es que solo hay que ver al crío, porque aún lo es, como anda. Si nadie anda como él. Coge a su amigo esférico, se lo pega con el velcro y paso a paso te hace un recorrido por el campo evitando a los contrarios como si fueran simples conos, para luego no poder evitar el terrible momento en que se separa de su querido y se lo envía a otro para que los demás se vuelvan a pelear bastamente por él. Un toque con sus pies y ¡clic! El balón pesa 200g menos, se vuelve ligero. O directamente hace disminuir la fuerza de gravedad para levantar la pelota con sencillez por encima de cabezas rivales y luego simplemente retomar ese valor de 9,81 m/s2 para que caiga donde él ha deseado y el otro vulgar jugador le dé un patadón y acabe entre redes.
Que poético me ha quedado todo, ¿no? Si es que se lo estoy diciendo, es hablar de Francisco y hacer las cosas bien. Como más sutiles, más bonitas. Me faltaba solo escribir este post en verso. Pero yo ya no estoy para eso. Uy, ¿lo ve? Sin querer me sale hasta rimado. Y mire, si no le convence el nombre, siempre puede probar con Lionel; que si no le sale futbolista le puede acabar cantando algo así como “All night long” con un poco de ritmo negro rodeado de chicas vestidas como en los ochenta.

Isco y su amiga una apacible tarde en el Bernabéu.

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