Si aún no tiene claro que nombre le pondrá
a su hijo, espere a acabar de leer este post porque le acabaré
convenciendo para que le llame Francisco. O bueno Francesc. Lo que usted desee.
Aunque sobretodo procure llamarlo por algún diminutivo relacionado con el final
de dicho nombre. Pues sí, porque como aquellos brasileños que registran a su
hijo en el hospital de Rio de Janeiro como Ronaldo, esperando que dentro de 25
años lo vean levantar un Mundial, en España, el nombre Francisco está de moda
en el futbol.
Me bastan dos ejemplos. Cesc e Isco. Que
traducido es dos veces Isco, o dos veces Cesc, según el idioma que hable. Yo
soy fan confeso del primero, de Francesc, que algunos llaman Fàbregas y otros
se hacen un nudo en la lengua para decir su diminutivo, pero yo le llamo Cesc.
Un Francisco que la toca. Pero ahora mi atención se ha desviado más por el otro
Fran: Isco. No sé si es que le tengo devoción al nombre, yo creo que no. Quizás
la pelota sí que le tenga, de devoción. Eso explicaría muchas cosas. Cosas como
que puede que haya veintiún jugadores peleándose con el balón y que el bueno de
Fran le diga “oye vente aquí y no te muevas”. Y ¡pam! Dicho y hecho. Algo tiene
el esférico y ese hombre. Alguna vez me pillarán viendo imágenes en cámara lenta
(esas slow-motion que mooolaaan taaantooo)
intentando ver por qué esa pelota hace la exacta parábola que tiene como fin la
bota de Isco. Al final llegué a la conclusión de que o su marca de calzado va
un paso por delante de la competencia y usa un complejo sistema de imanes o que
el chaval se frota las medias con el pelo de Marcelo antes de salir al campo
para que se le cree un poco de electricidad estática en los pies. O que es muy
bueno, apunten esta última como la más posible.
Si es que solo hay que ver al crío, porque
aún lo es, como anda. Si nadie anda como él. Coge a su amigo esférico, se lo
pega con el velcro y paso a paso te hace un recorrido por el campo evitando a
los contrarios como si fueran simples conos, para luego no poder evitar el
terrible momento en que se separa de su querido y se lo envía a otro para que
los demás se vuelvan a pelear bastamente por él. Un toque con sus pies y ¡clic!
El balón pesa 200g menos, se vuelve ligero. O directamente hace disminuir la
fuerza de gravedad para levantar la pelota con sencillez por encima de cabezas
rivales y luego simplemente retomar ese valor de 9,81 m/s2 para que
caiga donde él ha deseado y el otro vulgar jugador le dé un patadón y acabe
entre redes.
Que poético me ha quedado todo, ¿no? Si es
que se lo estoy diciendo, es hablar de Francisco y hacer las cosas bien. Como
más sutiles, más bonitas. Me faltaba solo escribir este post en verso. Pero yo
ya no estoy para eso. Uy, ¿lo ve? Sin querer me sale hasta rimado. Y mire, si
no le convence el nombre, siempre puede probar con Lionel; que si no le sale
futbolista le puede acabar cantando algo así como “All night long” con un poco
de ritmo negro rodeado de chicas vestidas como en los ochenta.
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Isco y su amiga una apacible tarde en el Bernabéu. |
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