miércoles, 10 de junio de 2015

BARCELONA Y SU LUCHA CONTRA EL TIEMPO

El tiempo y su efecto omnipotente se llevan por delante a todo aquél que decida anclarse a un presente que mañana será pasado. El afán de alargar los momentos de júbilo para intentar hacerlos eternos solo provoca un paso más efímero de estos. Para triunfar hay que seguir las reglas que marcan las agujas del reloj, el propio calendario y ni cuando esto sucede no se asegura la victoria, pero si te da la posibilidad de ella. Y si esa posibilidad existe, ya no dependes del tiempo para alcanzar tus objetivos, y el Barcelona, los ha conseguido alcanzar.
El pasado atrapaba a la ciudad condal cuando el balón rodaba en el Camp Nou, cualquier movimiento hacia adelante era un simple paso en falso que daba la sensación de alejarse del camino estable y obligaba a recular a lo seguro. Intentar alcanzar los éxitos que un día se consiguieron usando los mismos métodos que en años pasados es una dócil estrategia que obvia el paso del tiempo y intenta hacer redundante la evolución del resto del mundo. Cualquiera que no valore en su posible ecuación tal variable tiene las de perder. Por suerte el club, el equipo, ha sabido arrancarse ese lastre que llevaba colgado en el cuello, soltarse de la estaca que le clavaba al 2009 y aceptar que aunque llegaron a ser los mejores del planeta, nunca pudieron  ni podrán derrotar a Cronos.
Puede parecer que el cambio del que se habla no ha sido de tal magnitud, pues lo que hoy vemos de azulgrana en los campos de Europa no dista tanto de lo que un día vimos. Pero no es así. La genética intrínseca de este Barça es radicalmente opuesta a la que vimos a las órdenes de Pep: la responsabilidad y la determinación que antes centrábamos en el banquillo se ha esparcido entre los jugadores dejando a Luis Enrique como un trabajador más dentro del vestuario y no como un visionario. Sin querer criticar a nadie, de verdad. Además, el centro de gravedad del terreno de juego se desplazo de la medular a la delantera, dejando como única conexión a la piedra angular que une todo lo que significa el Barça de hoy y de ayer: Leo.
El Barcelona ha vuelto al que fue su punto de partida, el triplete, pero no sin antes soltarse de lo que le aseguraba la estabilidad y dar dos pasos hacía lo incierto. Y aunque el primer paso casi les hundió en lo oscuro allá por enero, lo cierto es que Lucho fue lo suficientemente valiente para no girarse y retroceder, sino avanzar. Eso sí, él solo no lo habría conseguido, la piña hizo la fuerza. 
Así pues, los culés vuelven a estar en la cima tal como una vez estuvieron. Pero ya es bien sabido que lo difícil no es llegar, sino mantenerse, quedarse. Y eso no se consigue quedándose donde se está, eso se logra volviendo a bajar a pie por tu propia voluntad para volver a tener la ambición que un día te llevó allí, y así demostrar al propio tiempo que aceptas su reto permanente.

El Barcelona volvió a la cima

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