lunes, 16 de febrero de 2015

LA PEGADA.

A veces la gente se puede pasar la vida buscando algo y cuando lo tienen en frente ignorarlo o darle poca importancia. Puede llegar a pasar que el tiempo que se está anhelando algo acabe por deteriorar ese propio deseo. A los seguidores del Barça puede que les haya pasado algo así, porque desde hace apenas un mes el Barça ha encontrado algo que hacía años mucha gente exigía al equipo. El Barcelona de hoy, tiene pegada.
Esa palabra que estos últimos años sonaba tanto en las portadas del Marca y que se relacionaba al Madrid de la BBC parece que se ha contagiado a los rotativos catalanes gracias a la que, para ponerle un nombre, le llaman MSN. El equipo culé ha demostrado ser capaz de usar la contra, la velocidad o la llegada para desatascar esos partidos que se vuelven un calco entre ellos. Esos que empiezan con una defensa cerrada en el área y un Barça jugando a balonmano y que acaban con un empate como mucho y con la sensación de que en ningún momento se ha llegado a crear peligro.
Este síntoma acompaña al Barça desde hace mucho, pero se acrecentó en el momento en que Guardiola se sentó en el banquillo. Pero Pep era Pep. Y pocos eran los partidos que de una u otra forma no se conseguía salir con la suya y abrir la lata, para que al final ese partido que olía a agrío para su equipo acabara en una goleada aplastante. Entonces se fue Pep, y llegaron dos temporadas en que esa clase de partidos se iban repitiendo con demasiada frecuencia y el soci se empezaba a quejar de la poca pegada del equipo. Se tenía que buscar otra forma de ataque para romper a defensas preparadas para soportar las embestidas de toque típicas de los culés. Ni Tito, ni Roura ni Tata supieron encontrarla. Y parecía que Luis Enrique tampoco iba por buen camino, pues el partido contra la Real solo era el enésimo encuentro que el Barça se dejaba puntos por no encontrar forma de superar la defensa rival, que se quedaba esperándolos en el área.
Pero más casi por fortuna que por acierto propio, Luis Enrique tuvo la suerte de que Messi se enfadara, que el equipo reaccionase a todo el polvo levantado en enero. Y ahora el Barça tiene pegada. Ganar al Atlético en su casa con sus propias armas se podría considerar una venganza que aún sabe a poco a los barcelonistas tras el año que les dio el club rojiblanco la temporada pasada. Cada goleada en Liga que consigue el equipo acrecienta el ego del equipo y eso, al final repercute a los rivales.
Ahora el equipo sabe solucionar partidos con mucha más garra. Con muchos más recursos. Y aunque ya he dicho que Lucho se encontró con la suerte de una reacción a tiempo de la plantilla, hay que saber apreciar que él ha sido el único entrenador que ha sabido como relegar a Messi al extremo otra vez para así ganar velocidad en el juego, colocar a un nueve en su posición sin estorbar al juego típico del Barcelona y que a la vez de participar en él, de alternativas arriba.
Ahora, nada de esto servirá si delante equipos grandes el Barça no consigue jugar como normalmente nos ha acostumbrado. La clave del éxito de este equipo reside en la capacidad de la plantilla y del entrenador de saber compensar pequeños golpes de pegada con su maravilloso juego que al final es el sello que les distingue de otros clubes y que tantos éxitos le ha proporcionado. Si Luis Enrique consigue mezclar estos dos conceptos de forma equilibrada en el mismo tarro, puede que este Barça no consiga el pedigrí que consiguió con Pep, pero conseguirá que sus rivales les vuelvan a temer en toda Europa.

Luis Enrique debe encontrar el equilibrio entre toque y pegada.

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