A veces la gente se puede pasar
la vida buscando algo y cuando lo tienen en frente ignorarlo o darle poca
importancia. Puede llegar a pasar que el tiempo que se está anhelando algo
acabe por deteriorar ese propio deseo. A los seguidores del Barça puede que les
haya pasado algo así, porque desde hace apenas un mes el Barça ha encontrado
algo que hacía años mucha gente exigía al equipo. El Barcelona de hoy, tiene
pegada.
Esa palabra que estos últimos
años sonaba tanto en las portadas del Marca y que se relacionaba al Madrid de
la BBC parece que se ha contagiado a los rotativos catalanes gracias a la que,
para ponerle un nombre, le llaman MSN. El equipo culé ha demostrado ser capaz
de usar la contra, la velocidad o la llegada para desatascar esos partidos que
se vuelven un calco entre ellos. Esos que empiezan con una defensa cerrada en
el área y un Barça jugando a balonmano y que acaban con un empate como mucho y
con la sensación de que en ningún momento se ha llegado a crear peligro.
Este síntoma acompaña al Barça
desde hace mucho, pero se acrecentó en el momento en que Guardiola se sentó en
el banquillo. Pero Pep era Pep. Y pocos eran los partidos que de una u otra forma
no se conseguía salir con la suya y abrir la lata, para que al final ese
partido que olía a agrío para su equipo acabara en una goleada aplastante. Entonces
se fue Pep, y llegaron dos temporadas en que esa clase de partidos se iban
repitiendo con demasiada frecuencia y el soci
se empezaba a quejar de la poca pegada del equipo. Se tenía que buscar otra
forma de ataque para romper a defensas preparadas para soportar las embestidas
de toque típicas de los culés. Ni Tito, ni Roura ni Tata supieron encontrarla.
Y parecía que Luis Enrique tampoco iba por buen camino, pues el partido contra
la Real solo era el enésimo encuentro que el Barça se dejaba puntos por no
encontrar forma de superar la defensa rival, que se quedaba esperándolos en el área.
Pero más casi por fortuna que por
acierto propio, Luis Enrique tuvo la suerte de que Messi se enfadara, que el
equipo reaccionase a todo el polvo levantado en enero. Y ahora el Barça tiene
pegada. Ganar al Atlético en su casa con sus propias armas se podría considerar
una venganza que aún sabe a poco a los barcelonistas tras el año que les dio el
club rojiblanco la temporada pasada. Cada goleada en Liga que consigue el
equipo acrecienta el ego del equipo y eso, al final repercute a los rivales.
Ahora el equipo sabe solucionar
partidos con mucha más garra. Con muchos más recursos. Y aunque ya he dicho que
Lucho se encontró con la suerte de una reacción a tiempo de la plantilla, hay
que saber apreciar que él ha sido el único entrenador que ha sabido como
relegar a Messi al extremo otra vez para así ganar velocidad en el juego,
colocar a un nueve en su posición sin estorbar al juego típico del Barcelona y
que a la vez de participar en él, de alternativas arriba.
Ahora, nada de esto servirá si
delante equipos grandes el Barça no consigue jugar como normalmente nos ha
acostumbrado. La clave del éxito de este equipo reside en la capacidad de la
plantilla y del entrenador de saber compensar pequeños golpes de pegada con su
maravilloso juego que al final es el sello que les distingue de otros clubes y
que tantos éxitos le ha proporcionado. Si Luis Enrique consigue mezclar estos
dos conceptos de forma equilibrada en el mismo tarro, puede que este Barça no
consiga el pedigrí que consiguió con Pep, pero conseguirá que sus rivales les
vuelvan a temer en toda Europa.
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Luis Enrique debe encontrar el equilibrio entre toque y pegada. |
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