martes, 27 de enero de 2015

DUALIDAD.

Si se quiere discutir con un poco de sentido común de lo que sea, se necesita objetividad. Y eso en el mundo del deporte, especialmente en el del balompié, escasea. Si encima tocamos un tema del cual es tan fácil opinar sin sentido, al final cuesta saber distinguir lo que es cierto y lo que no. Hoy, intentaré dar cuatro o cinco opiniones, lo más objetivas posibles de un tema del que ya casi no se puede decir nada más. Hablo de la rivalidad de Cristiano Ronaldo y Messi.
Aunque puedan parecer semejantes, los dos jugadores distan entre ellos en varios aspectos. Dualidad. Muchas veces de lo que uno puede presumir, el otro carece, lo que a uno le sobra, al otro le escasea. Como ejemplo puede servir el partido de Cristiano el sábado pasado. Los nervios y la rabia acabaron por desquiciar al portugués y agredió a un rival, cosa que le costó su quinta tarjeta roja en España. Todas por actos parecidos. Cristiano es mucho más impulsivo que Messi. Es su forma de ser. Le cuesta controlarse a sí mismo en el campo. Algunos golpes o patadas, provocaciones a la grada u otros incidentes han acabado manchando la reputación de Ronaldo. Algo que parecía que cada vez tenía más olvidado, su época de joven prepotente en el United que muchas veces aparece en deportistas de corta edad, volvió sábado pasado para recordarnos que dentro de Ronaldo sigue habiendo un chico joven al que solo le vale ganar.
A Messi en cambio, siendo objetivos, no le podemos atribuir esa actitud chulesca y prepotente que a veces luce Cristiano. Leo vive en su propia burbuja donde solo están él y la pelota y, aunque a veces sí que se le ha visto enrabietado, no se puede comparar a la espontaneidad del jugador blanco. Ahora, si Messi quizás puede presumir de humildad y de cierto temperamento, a veces esto juega en su contra y en la de su equipo. El temperamento puede traducirse en pasividad, y ese es su talón de Aquiles. Y eso a su némesis portugués nunca le pasará. Porque Cristiano juega al límite, al máximo. Siempre. La sangre caliente de CR le impide no ser protagonista del partido, le impide borrarse del encuentro, cuando a Messi durante los últimos años se le acusó de cierta pasividad en el terreno de juego. No siempre, pero es imposible negar que el argentino ha tenido partidos en los cuales deambulaba por el campo, sin correr, esperando que el balón llegará a él. Su sangre fría que le impide cometer actos irresponsables como los de Cristiano a veces le juega una mala pasada y le hace volverse invisible.
Pero que se le va hacer. Al fin y al cabo, nadie es perfecto ni debería serlo. Gracias a esas imperfecciones los dos cracks igualan sus fuerzas y se retroalimentan entre ellos en la carrera para escribir su nombre por encima del de su rival en la historia. El problema llega cuando, sin ninguna objetividad, se intenta comparar a los dos. Todo lo escrito, en definitiva, son cosas que han sucedido, hechos reales que no se pueden negar. Pero ninguna de ellas sirve para poder decidir quién es el mejor. Nuestro problema es que el tiempo que perdemos discutiendo como cavernícolas que nuestro favorito es mejor que el otro, nos estamos perdiendo la posibilidad de disfrutar del fútbol que hace cada uno, sin importar quien lo haga mejor. Se está volviendo más fácil criticar a un jugador del equipo contrario que disfrutar del juego de los dos mejores futbolistas del planeta.

Sangre caliente y sangre fría

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