Si se quiere discutir con un poco
de sentido común de lo que sea, se necesita objetividad. Y eso en el mundo del
deporte, especialmente en el del balompié, escasea. Si encima tocamos un tema
del cual es tan fácil opinar sin sentido, al final cuesta saber distinguir lo
que es cierto y lo que no. Hoy, intentaré dar cuatro o cinco opiniones, lo más
objetivas posibles de un tema del que ya casi no se puede decir nada más. Hablo
de la rivalidad de Cristiano Ronaldo y Messi.
Aunque puedan parecer semejantes,
los dos jugadores distan entre ellos en varios aspectos. Dualidad. Muchas veces
de lo que uno puede presumir, el otro carece, lo que a uno le sobra, al otro le
escasea. Como ejemplo puede servir el partido de Cristiano el sábado pasado. Los
nervios y la rabia acabaron por desquiciar al portugués y agredió a un rival, cosa
que le costó su quinta tarjeta roja en España. Todas por actos parecidos.
Cristiano es mucho más impulsivo que Messi. Es su forma de ser. Le cuesta
controlarse a sí mismo en el campo. Algunos golpes o patadas, provocaciones a
la grada u otros incidentes han acabado manchando la reputación de Ronaldo.
Algo que parecía que cada vez tenía más olvidado, su época de joven prepotente en
el United que muchas veces aparece en deportistas de corta edad, volvió sábado
pasado para recordarnos que dentro de Ronaldo sigue habiendo un chico joven al que
solo le vale ganar.
A Messi en cambio, siendo
objetivos, no le podemos atribuir esa actitud chulesca y prepotente que a veces
luce Cristiano. Leo vive en su propia burbuja donde solo están él y la pelota
y, aunque a veces sí que se le ha visto enrabietado, no se puede comparar a la espontaneidad
del jugador blanco. Ahora, si Messi quizás puede presumir de humildad y de
cierto temperamento, a veces esto juega en su contra y en la de su equipo. El
temperamento puede traducirse en pasividad, y ese es su talón de Aquiles. Y eso
a su némesis portugués nunca le pasará. Porque Cristiano juega al límite, al
máximo. Siempre. La sangre caliente de CR le impide no ser protagonista del
partido, le impide borrarse del encuentro, cuando a Messi durante los últimos
años se le acusó de cierta pasividad en el terreno de juego. No siempre, pero
es imposible negar que el argentino ha tenido partidos en los cuales deambulaba
por el campo, sin correr, esperando que el balón llegará a él. Su sangre fría
que le impide cometer actos irresponsables como los de Cristiano a veces le
juega una mala pasada y le hace volverse invisible.
Pero que se le va hacer. Al fin y
al cabo, nadie es perfecto ni debería serlo. Gracias a esas imperfecciones los
dos cracks igualan sus fuerzas y se retroalimentan entre ellos en la carrera
para escribir su nombre por encima del de su rival en la historia. El problema
llega cuando, sin ninguna objetividad, se intenta comparar a los dos. Todo lo
escrito, en definitiva, son cosas que han sucedido, hechos reales que no se
pueden negar. Pero ninguna de ellas sirve para poder decidir quién es el mejor.
Nuestro problema es que el tiempo que perdemos discutiendo como cavernícolas
que nuestro favorito es mejor que el otro, nos estamos perdiendo la posibilidad
de disfrutar del fútbol que hace cada uno, sin importar quien lo haga mejor. Se
está volviendo más fácil criticar a un jugador del equipo contrario que
disfrutar del juego de los dos mejores futbolistas del planeta.
![]() |
Sangre caliente y sangre fría |