domingo, 6 de marzo de 2016

DIARIO: SOPLANDO POMPAS EN BOLEYN GROUND

No había pisado aún la calle esa mañana, pero desde dentro de la habitación ya sabía que nos íbamos a encontrar: estamos en Londres, así que cuando abandonamos el hotel el cielo estaba plagado de nubes grises y soplaba un viento gélido que avisaba del frío que iba a hacer durante el día. Después de un buen desayuno, sin más dilación, mis compañeros y yo pusimos rumbo a nuestro destino, que no era otro que Boleyn Ground, el mítico estadio del West Ham, el equipo del este de Londres.
Era temprano. El saque inicial estaba previsto para las 12:45 hora local, y nosotros nos dirigíamos hacía el metro pasadas las diez con la intención de aprovechar la mañana por los aledaños de Upton Park y observar el ambiente. Al campo, que está en las afueras de la ciudad, se llega a través de la línea rosa del “tube” bajando en la parada bautizada como el propio barrio: Upton Park. Ya en el metro nos arrepentíamos de ir tan temprano, pues no veíamos a nadie con los colores del equipo local en nuestro vagón. Pero ya era demasiado tarde para volver hacia atrás. Cambiamos de opinión al bajar. Del mismo convoy bajaron decenas de personas con pequeños detalles de granate y azul bajo la ropa de abrigo que requería el día. Estábamos en el sitio perfecto a la hora perfecta.


Aledaños del estadio
Al pisar la calle confirmamos lo que minutos antes sospechábamos. Miles de fans ya estaban en el barrio esperando la hora del partido. El paisaje era sino más curioso: obviamente en las afueras de Londres el barrio era bastante sencillo, combinando las típicas casas británicas con algunos comercios y bares, en los que destacaban ciertos establecimientos de comida rápida con pinta de antiguos con increíbles colas de gente para llevarse algo a la boca antes del encuentro, dejando en ridículo los puestos de las grandes cadenas de fast-food que también daban acto de presencia. Andando un poco más vemos el primer pub lleno de lo que parecen ser hooligans, o como mínimo fans apasionados por los Hammers, con su pinta en la mano. En la puerta se puede leer en letras bien grandes “NO AWAY SUPPORTERS, PLEASE”, cosa que nos deja claras algunas ideas y que al final hace que no demos cuenta que estamos paseando por la mítica Green Street, que da nombre al film “Green Street Hooligans”, un largometraje con buena crítica que habla sobre el mundo hooligan en el nuevo futbol inglés. Seguimos avanzando y al levantar la cabeza, entre los edificios, lo vemos. Observamos la parte más alta de la tribuna del estadio donde se puede leer West Ham United. Imagen para postal.


Detalle de Boleyn Ground desde la calle

Primera vista de Boleyn Ground
Giramos la esquina y nos enfrentamos a la tribuna, la entrada principal del estadio, presidida por dos especies de torres medievales, tales como las del escudo del club que se erigen entre la antigua fachada de la construcción. Impone. Posiblemente no sea el estadio más grande ni el más espectacular que hayamos visto nunca, pero visto desde nuestra perspectiva impone. Y más si pensamos en que fue construido en 1904. Este es el último año que los irons jugarán en Upton Park, pues el traslado al Estadio Olímpico se realizará en verano. Antes de llegar, pero nos encontramos con las puertas abiertas del recinto llenas literalmente de camisetas, flores y bufandas en honor al mito del club: esa semana hacía veintitrés años que el gran Bobby Moore fallecía. Para los aficionados hammers el jugador inglés es una referencia en el club y en la selección, de hecho, no tiene posible comparación con ningún otro jugador que haya vestido los colores del West Ham. Jugador y capitán durante veinte años del club y capitán de la selección inglesa que ganó su único mundial en 1966, hablar del central allí es hablar de una leyenda, pues incluso posteriormente veríamos una estatua suya cercana al estadio. Tras esto, rodeamos las instalaciones para vivir el ambiente cada vez más cargado de los aledaños. Puestecitos donde compramos bufandas y alguna que otra cosa para picar a causa de la intempestiva hora del partido visto desde horario español. Tendremos hambre al acabar, seguro.


Panorámica del estadio desde su entrada

Detalles en tributo a Bobby Moore
Nos adentramos hacía el campo. La tienda del club está llena. La gente compra bufandas y camisetas de Moore para posteriormente colgarlas en las puertas de las que hablaba anteriormente. Estamos a un paso de entrar. Nos dirigimos a los tornos para encontrarnos ya en las entrañas de las instalaciones, donde realmente se observa la avanzada edad de Boleyn Ground. El cambio de sede es, aunque doloroso y nostálgico, necesario. Seguidamente, no lo dudamos ni un momento, nos asomamos por la primera puerta que da al césped y quedamos impresionados. El campo está vacío aun, música rock británica de los setenta suena por megafonía mientras Manonne, portero del Sunderland, el equipo que se enfrentará hoy a los locales, ataja algunos tiros cerca nuestro. Estamos detrás de la portería, la tribuna, mucha más alta que el resto de gradas, nos cae a nuestra derecha. El hecho de que el campo sea asimétrico le da ese toque romántico que se busca en un partido de futbol inglés. Y aunque es impresionante la sensación de estar ante un campo centenario, el frio acecha y necesitamos entrar en calor con alguna bebida, que aunque le falte cierta lógica a la idea, acabaría siendo cerveza. Algunas líneas por el suelo nos indican la prohibición de entrar con bebidas alcohólicas a la grada, una medida bastante absurda si uno se para a pensar, pero que obviamente acatamos. Así pues, junto a otros fans bebemos nuestra pinta en los pasillos interiores.
A menos de una hora para el partido, buscamos nuestros asientos: primera gradería, en un gol, pero relativamente lejos del césped. Uno de nosotros comenta “cuando empiece, si vemos que hay sitio, nos acercamos delante”. Pobres ilusos, nosotros. Aunque en el fondo, teníamos ciertas razones para creer en esa posibilidad, pues mientras el tiempo pasaba y nosotros nos sacábamos las respectivas fotos para inmortalizar el día, las gradas seguían sin mostrar un aspecto mínimamente digno. No sería hasta diez minutos antes del encuentro que, casi automáticamente, las gradas se llenarían para hacer imposible ni siquiera encontrar un sitio libre en casi todo el campo. Nos tocará conformarnos con nuestros asientos.


El césped a una hora de empezar el choque

El césped a escasos segundo de que arrancase el encuentro
Saltan los jugadores al campo y la magia de Boleyn Ground pasa a la acción. Desde la tribuna empieza a salir una ráfaga de pompas que el fuerte viento hace bailar a una vertiginosa velocidad por encima del césped, cuando de repente empieza a sonar el mítico “Forever blowin’ bubbles”, himno de los Hammers. Todo el mundo lo canta, de pie. Llega las últimas estrofas y la megafonía calla para dejar solo a la afición. Posiblemente el momento más épico del viaje. Todo acaba con unos gritos de “¡United! ¡United!” intercalados con unas palmadas. El partido va a empezar, pero la gente no se sienta. No nos lo creíamos ¿De verdad íbamos a pasar los noventa minutos de pie? Pues así fue. Los dos goles permanecen levantados todo el encuentro, así que si queríamos ver algo, debíamos hacer lo mismo.
Futbolísticamente hablando, se trataba de un partido sin mucha importancia: el West Ham recibía a un Sunderland en la parte baja de la tabla mientras ellos trataban de luchar por el sueño europeo. Se podía destacar la aparición de Manuel Lanzini en el XI de los locales, que volvía tras varias semanas de baja o el retorno de Sam Allardyce “Big Sam” a la que fue su casa en años anteriores, pero realmente, hoy el aficionado del West Ham si va al campo es para disfrutar de su jugador franquicia: Dimitri Payet. No se tardó ni dos minutos a que la grada coreará su nombre en forma de astuto cántico gritando “We’ve got Payet” y comparándolo con el mismísimo Zidane. Aunque es verdad que la grada cantó en varios momentos, los instantes de silencio dominaron. El aficionado inglés, en contra de lo que la gente piensa, es muy de, en ciertos momentos, callar y observar el partido. Pero eso sí, no cuando el equipo le necesita.


Panorámica durante el partido
Tras un palo de Noble, el gol del West Ham no tardaría en llegar: Michail Antonio trazaría una jugada genial que sentenciaría con un balón a la cepa del poste a la que Manonne ni trató de llegar. El gol se vivió a lo grande en todo el campo. Al descanso ya, el club homenajeó al ya mencionado anteriormente Bobby Moore con su familia y sus compañeros de equipo en el campo recitando unas palabras y acompañados de una fuerte ovación del público al que siempre será su capitán. El segundo tiempo, aunque sin goles, fue realmente entretenido, pues el Sunderland tuvo diversas ocasiones claras de gol que solucionó un genial Adrián y los irons también tuvieron buenas oportunidades para sentenciar el partido, así que los nervios duraron hasta que Mike Dean señaló el final, confirmando que los tres puntos se quedaban en casa.
Tras el partido, decidimos esperar que la muchedumbre abandonara el estadio tras el pitido final para echarnos las últimas fotos. Al despejarse la grada encontramos a un grupo de seguidores con una pancarta gigante en la cual se leía “BARCELONA HAMMERS” justo delante de nosotros. El mundo es un pañuelo, de verdad. También coincidimos con unos colegas de Jorge Molina, del Betis, que habían venido a ver jugar a Adrián, y con los que estuvimos charlando un rato hasta que la seguridad nos pidió que abandonáramos el campo.


Barcelona Hammers
Como era de esperar, las calles corrían todas en sentido a la boca del metro, que realmente estaba colapsada. Así que decidimos comer cerca del estadio para dejar que los aficionados Hammers se fueran tranquilos a sus casas. Comimos con vistas a Boleyn Ground, dejando atrás una buena mañana de futbol, más que por el propio deporte, por el ambiente de lo vivido, y por lo que significa en la historia del futbol inglés un campo como este, que el año que viene será derruido para dejar paso a la ciudad. Era la primera vez que estaba en el estadio, pero a la vez era una despedida. Algún día podré decir que yo vi un partido en un campo de más de cien años de historia. Algún día podré decir que estuve en Boleyn Ground.

viernes, 19 de febrero de 2016

ME GUSTA EL FUTBOL Y NO VEO EL CHIRINGUITO

Me gusta el fútbol. Sí, ¿qué pasa? Soy ese tipo de persona. Tengo esa afición. Soy de esos que no pueden quedar una tarde de sábado porque juega su equipo, y no es una excusa, de los que en las comidas familiares coge el mando y pone el partido, aunque su tía le mire mal, de esos que les repatea que les pregunten a que hora es el partido de Champions de esta noche. A las 20:45, joder, lo sabe hasta el perro.
Cada uno tiene sus pasiones, ¿no? A ti te gusta el cine o la música y a mí me gusta el fútbol. Veintidós tíos detrás de un balón lo será para ti, igual que para mí lo tuyo puede acabar siendo 180 minutos de interminables cambios de planos. Pero como sé que no lo es, y aunque lo fuera puedo entender que sea de tu agrado y por tanto, como no soy un cavernícola lo respetaré. Porque, mira por donde no, no soy un borrego por el simple hecho de que me guste un deporte de masas.
No sé cómo surgió este gusto por el deporte rey la verdad, porque en mi casa tampoco son muy futboleros. He llegado a la conclusión que debe ser mitad por culpa de los videojuegos de fútbol y la otra mitad de Ronaldinho. Mi madre no se enfadaba conmigo cuando miraba partidos con diez años, tampoco parece tan malo este hobby, pues. A todo esto añádele que he vivido en una época que ser del Barcelona era más fácil que nunca estos últimos años, y al final, todo cae por su propio peso. Te enganchas.

¿Por qué si veo un partido tengo que oír "siempre con el puto fútbol"?

Porque sí, me gusta mucho el fútbol, pero, lo siento, yo no veo el Chiringuito. Existe gente así, aunque no os lo creáis. No porque me guste el balompié grito sin camiseta cuando mi equipo marca, ni me caen mal los merengues y los pericos ni me subo en la barra del bar de Koki y me bebo un cubata de un trago, simplemente lo disfruto. Te equivocas en pensar que todo aquel que tiene el plus liga y el plus fútbol se comporta como los colaboradores de Pedrerol el día en que su conjunto gana al eterno rival. No hagas pagar justos por pecadores. ¿A que tu amas el cine pero tu película favorita no es Torrente 5?¿A que aunque te apasiona la música no has ido a ningún concierto de J. Balvin en tu vida? No parece tan difícil de entender con estos ejemplos. Con el fútbol pasa lo mismo. Existe un fútbol culto. Lee, infórmate, búscalo porque existe y a mucha gente le gusta. Se puede disfrutar de un partido sin parecer un borrego, la gente lo hace.
Estoy harto de que cierta gente vea en todos los amantes de este deporte unos fanáticos radicales. Quítate esa idea de la cabeza y para de repetir los mismos clichés de "tendría que darles vergüenza con lo que cobran" o "con la que está cayendo y lo que han pagado por tal jugador" porque igual que el fútbol mueve cantidades astronómicas y vergonzosas, también lo hace el mismo cine o el mundo de la música, y como amante del balompié, déjame poner en duda que cualquier película o canción te sepa mejor a ti que a un futbolero que su equipo gane una copa o consiga un ascenso. Incluso te podría llegar a decir, que el fútbol es algo mucho más noble que la mayoría de tus pasiones.

Para de decirme que "el fútbol es una tontería"

Ahora sí, comparto que puede no gustarte, como no. Faltaría más. Vete al cine el día del Madrid - Barça y pasa la sección de deportes del diario rápidamente, porque entiendo, que tal como está el país ahora, si no te gusta el deporte rey tienes que acabar hasta los mismísimos de toda la porquería de información que se da el día a día sobre esto. Porquería la información, porque lo es, pero no el deporte en sí. Pero por favor, déjame disfrutar a mi del fútbol, no me mires como a un borrego cuando estoy con un partido y, sobretodo, no me vuelvas a decir más eso de "veintidós tíos detrás de un balón". Así no, tú.

lunes, 8 de febrero de 2016

LA HISTORIA INTERMINABLE

Ya ha pasado más de una década desde que Wenger y los gunners no son campeones de esta maravillosa competición llamada Premier League. Queda ya lejos, en nuestra memoria, aquel equipo invencible lleno de jugones que reinó allá por 2004 en Inglaterra, y es que ya hace tiempo que eso de “The Invincibles” suena más a película taquillera de algún superhéroe de Marvel que a un equipo inglés de futbol, pues la liga ya no es lo que un día fue, y resulta improbable pasar una temporada sin conocer el amargo gusto de la derrota al menos, una vez.
Hace años que el Arsenal dejó de soñar con repetir esa increíble hazaña, su objetivo se ha vuelto mucho más pragmático: llegar al final de temporada en primera posición de la tabla. Y pasan las campañas y ya no solo los aficionados gunners, sino todo aquél que siga con un mínimo de atención la Premier se conoce la historia interminable de los londinenses: esas ilusiones de inicio de curso, ese bajón a mitad de temporada, y el último arreón cuando la gesta ya parece imposible. Cada año que pasa, Wenger repite su particular día de la marmota con la particular plaga de lesiones, la típica eliminación en Europa y algún resultado escandaloso que saca los colores al técnico francés y que acaba con voces preguntado cuando se acabara su etapa en el club.

Arsene Wenger durante su etapa, ha sido muchas veces cuestionado

Lo que hace especial esta temporada no es una simple casualidad, no. Lo que ha pasado este año en la Premier es una alineación de planetas jamás vista para que el Arsenal se haga con su tan preciado trofeo: el escalabroso año del Chelsea, la prolongada estancia de Van Gaal en Old Trafford y la campaña irregular del City han dejado a los gunners como el único “grande” (si es que se puede llamar así a algún equipo en Inglaterra hoy en día) con opciones al título. De hecho, hace menos de 3 semanas, eran líderes por delante incluso del fenómeno Leicester que hoy vuelve a ocupar la primera plaza, ya que el bajón del que hablamos anteriormente ha tenido su efecto en tres partidos sin conocer la victoria, incluso sin marcar ni un gol. Tras la victoria ante el Bournemouth por 0-2, cerraron la sangría, pero dejaron escapar una posición privilegiada, y ahora tendrán que afrontar la recta final de la campaña teniendo cinco puntos de desventaja con el líder.

El Arsenal chocó contra Foster en su encuentro contra el Southampton y dejó escapar dos puntos

Visto esto, ¿por qué creer que el equipo puede acabar con su historia interminable? Razones existen. Primero de todo, el Arsenal sigue en una situación ventajosa respecto al actual big-four, del cual algunos ya no optan ni a pelear por el trofeo, pero sobretodo es importante que se mantenga por encima del Manchester City, rival con el que a priori debería pelearse el título. Además, aunque se encuentra en tercera plaza, la experiencia de la plantilla gunner en la pelean por el campeonato frente a los rivales que tiene por delante les da cierta ventaja en finales ajustados, a parte del hecho de que posiblemente sean los de Wenger  aquellos que lleguen con mejor forma física y banquillo a las jornadas decisivas y que ganar en el Emirates siempre es más difícil que en White Hart Lane o en el King Power Stadium.
Pero si por un motivo el Arsenal debe ser el máximo aspirante a esta Premier es por la madurez que ha conseguido alcanzar Wenger en su plantilla. El equipo ha dejado de ser un club puente hacia el éxito para los jugadores para transformarse en el lugar donde grandes figuras vienen para ganar, como claro ejemplo Alexis y Özil, piezas claves y fundamentales de este Arsenal, que abandonaron clubes grandes y por los que la directiva hizo importantes esfuerzos económicos para liderar al conjunto hacia la victoria, y no como un escalón en su progreso personal como en los últimos años nos ha tenido acostumbrado Arsene, que fichaba promesas para que años más tarde se fugaran a clubes con más aspiraciones.

Özil ha dejado atrás su irregularidad esta campaña


Esta madurez de la que se habla debe ser el factor clave del Arsenal de hoy,  y con ella debe dar un golpe sobre la mesa para demostrar que está preparado para ganar la Premier y dejar atrás esta historia interminable del eterno aspirante al título que siempre se queda en las puertas. Esta es la temporada del Arsenal, la temporada de Wenger, y si la desaprovechan, puede ser que tengan que pasar muchos años para otra alineación de planetas como la de hoy en día.

domingo, 29 de noviembre de 2015

EL EQUIPO DEL PUEBLO

De clubes pequeños y modestos el mundo está lleno. Cada uno con su historia, con su hazaña, con su momento de gloria en el recuerdo de sus hinchas, pocos pero auténticos. Pero sobretodos estos clubs destaca uno, igual de modesto, igual de combativo e igual de trabajador. Apodados 'los piratas de Alemania', los hinchas del mítico Sankt Pauli FC pueden lucir orgullosos en sus camisetas el escudo de uno de los clubs más peculiares del mundo.
¿Qué debe pasar para que un club sencillo, creado en 1910 en la ciudad portuaria de Hamburgo y siempre bajo la sombra del equipo de la ciudad, el HSV, y que suele vagar entre segunda y tercera, pase a ser un club de culto con millones de fans en todo el globo terráqueo? Todo tiene una respuesta, y esa respuesta se encuentra en los años 80, cuando el club decidió mudarse acercando su estadio al muelle de St. Pauli, en pleno centro nocturno de la ciudad. El barrio de Sankt Pauli es la zona más joven de la ciudad alemana, se trata de uno de los barrios rojos más famosos de toda Europa, donde destaca la calle de Reeperbahn, conocida como "la calle del pecado" por su cantidad de bares, discotecas, burdeles y demás. Además, el barrio tiene fama de artístico y callejero: famosas bandas del rock como The Beatles o The Who tocaron en sus inicios en los garitos más concurridos de la ciudad.
No hay sitio para la homofobia, el racismo, el sexismo ni el racismo
Solo cuenta el amor
La llegada del club a la zona más gamberra de Hamburgo hace que muchos jóvenes hinchas del HSV, cansados con la ideología de derechas que mostraban los ultras del equipo, decidan dejar de acudir al estadio del equipo grande de la ciudad para reunirse en las calles de St.Pauli, donde solían juntarse con sus colegas, a apoyar al equipo del barrio mucho más humilde. A partir de aquí empezó todo, pues por si no lo sabías aún, el St Pauli FC goza de la fama de club obrero, de izquierdas. Declarado abiertamente antifascista, antisexita y antiracista, fue el primer club de toda Europa en prohibir cualquier simbología fascista en su estadio, justo en una época donde abundaban los ultras nazis en el mundo del balompié. 
Su fama de club de izquierdas y antifascista hicieron que su popularidad aumentara entre la cultura punk de toda Europa y la gente empezara a ver algo diferente en ese equipo, en un momento donde en los bandos radicales del fútbol solo aparecía todo lo relacionado con el fascismo y la extrema derecha. Aparecieron los primeros grupos ultras del conjunto alemán y rápidamente se empezó a asociar la "Jolly Roger", bandera pirata con una calavera y dos huesos cruzados sobre un fondo negro, a la imagen del equipo y la grada empezó a llenarse de calaveras pasando a ser un símbolo no oficial pero reconocido en todo el mundo del club.
Hinchas del Sankt Pauli con la "Jolly Roger"
Su hinchada también es reconocida por su gran labor social, la cual suele realizar diferentes actividades como recogida de ropa o de comida para los más necesitados. Incluso, este último año arrancaron una importante campaña en Alemania a favor de los refugiados de la guerra de Síria, llegando a disputar un partido solidario frente al Borussia Dortmund para recaudar fondos.
Obviamente, el club también tiene detractores, y grandes rivales por toda la geografía alemana. A parte, claro está, de su intensa rivalidad con el Hamburgo, al cual no le consideran de la ciudad ya que su estadio cae en las afueras, el archienemigo del St. Pauli es un equipo alemán llamado Hansa Rostock, conocido por sus grupos radicales nazis y de ultraderechas. La rivalidad es tal que en todos los encuentros de estos dos equipos hay incidentes antes, durante y después del partido entre los ultras. Su enemistad llega a tal punto que en 2009, en un partido entre estos dos conjuntos que ganaría el St. Pauli 0-2, el delantero alemán de origen kurdo Deniz Naki, celebró haciendo gestos de cortar el cuello a la afición del Hansa y clavando una bandera de su equipo tras marcar un gol.
Deniz Naki conquistando el DKB Arena del Hansa Rostock en 2009

Equipos pequeños hay muchos, millones, pero pocos pueden decir que son equipos obreros, tan concienciados como lo es el St, Pauli, aunque sí que hay, como por ejemplo aquí en España sería el Rayo Vallecano o en Italia el Livorno. Pero solo hay un club que pueda decir que es, por méritos propios, el equipo del puebloy ese es el Sankt Pauli FC. Está temporada son serios candidatos a ascender a la Bundesliga, colocados en la zona alta de la tabla, así que quizás el año que viene los Piratas del Elba surquen los mares de la máxima categoría alemana, y con ellos sus millones de hinchas que se reparten por todo el mundo.

miércoles, 25 de noviembre de 2015

BUEN ROLLO

Hay buen rollo en Can Barça. Todo son sonrisas, cachondeo y felicidad. Cuatro al Madrid y seis a la Roma, y con un juego sublime que ha vuelto a enamorar a Europa. Messi se recupera de su lesión, el tridente marca, Iniesta vuelve a ser un chaval, con alopecia, pero un chaval, Sergi Roberto ha cogido más confianza que la que tiene Ter Stegen en su juego de pies y seguro que el pobre Munir, que no marca ni al arco iris, se habrá encontrado 20€ en el bolsillo de alguna chaqueta antigua. Joder, que suerte y qué bien va todo en Barcelona, ¿no?
Pues sí, para que negarlo. "Momento dulce", que dice Luis Enrique. Su actitud es la correcta y no la de los medios catalanes. "El halago debilita" decía el asturiano después del partido del Bernabéu, y razón no le falta. Sino que le pregunten a Carletto tras el Mundialito de Clubs. En menos de seis meses del todo a la ¿nada? Y viceversa el Barça, que en Anoeta tocaba fondo cuestionando a Luis Enroque y dejando a Messi con un pie fuera del Barça a final de temporada. ¡Ah! Y la grada gritando "Bartu dimissió", cómo no. ¿Les suena de algo esta situación? Algo les viene con Benítez, Ronaldo y Florentino, ¿no? Todo lo que sea alagos por encima de la realidad, y la creación de expectativas demasiadas altas son negativas para el equipo
Y aquí estamos los culés, poniéndonos cachondos con cada virguería de la MSN, aplaudiendo a Lucho, y con el mismo presidente, esta vez electo, en el palco. Así que calma y pies en el suelo, señores, que en menos tiempo se ha perdido más. Que porque hoy veamos en línea ascendente al equipo, no quiere decir que sea así hasta junio,quizás esta recta vista desde lejos es una curva, y en esos momentos también habrá que estar con el equipo.
Justo el año pasado escribía tras el primer Clásico (3-1 para los merengues) una entrada hablando de lo mismo, pero al revés. Con un Barça en horas bajas y un Madrid imperial que avanzaba hacia su récord de 22 victorias seguidas. Ya saben como acaba la historia. El fútbol es solo un estado de ánimo, y uno no siempre está de buen rollo, ni siempre está enfadado.

Messi, Suárez, Piqué y el buen rollo

domingo, 8 de noviembre de 2015

DEPAY, EL PESO DEL 7

Hay camisetas que pesan más que las demás. Enfundárselas acarrea asumir una responsabilidad que no cualquier jugador puede soportar, y una de estas elásticas es el dorsal ‘7’ del Manchester United. ¿Por qué? La respuesta es sencilla: Best, Cantona,  Beckham, Ronaldo. Con cuatro nombres se puede entender que cualquier aficionado con asiento en Stretford End espere del jugador que lleva ese número a la espalda algo más de lo habitual.
Pero desde que Cristiano abandonara los regazos de Sir Alex Ferguson rumbo a Madrid, no sin antes tocar el cielo futbolístico, allá por 2009, los red devils carecen de un ‘7’ con carisma. Parecía desvanecerse esa cadena de jugadores mágicos y de alumnos que heredan la responsabilidad de sus maestros ese mismo año. Owen, Valencia o Nani fueron efímeros jugadores que nunca tuvieron tal rol, ni tampoco se esperaba que lo hicieran. Así pues, la fiebre por tal hecho, desapareció dejando en mera anécdota aquella serie de nombres. Pero en 2014, la llegada de Ángel Di María a Old Trafford abrió otra vez los recuerdos de aquellas leyendas y creó una especial expectación poniéndole la etiqueta de salvador tras la desastrosa campaña con Moyes.

La leyenda del '7'


Todos sabemos cómo acabó. Di María no supo adaptarse al juego de la Premier y hoy en día se encuentra en las filas del PSG, pero ya antes que el fideo cambiara de aires, los mandamases de United se encargaron de fichar a la joven estrella holandesa del PSV, Memphis Depay. Al principio de temporada, como si fuera un simple deja-vú, el holandés se vistió con el siete y se volvieron a crear unas expectativas sobre la futura importancia del extremo oranje dentro del equipo y, realmente, Memphis supo demostrar en los primeros encuentros del curso de lo que era capaz. Casi igual que hizo Ángel un año antes, a inicio de temporada, Depay era un titular indiscutible y dejaba joyas mientras los aficionados se frotaban las manos divisando lo que podía ocurrir con el holandés en el equipo. Recuerden sino la fantástica noche europea en la previa de la Champions frente al Brujas con dos goles y una asistencia del nuevo ‘7’.
Pero tras varios partidos, el efecto Depay parecía desvanecerse a cada minuto que el United pasaba sobre el campo. Gestos de falta de actitud, inadaptación al juego, poca participación y sobretodo falta de gol. El mismo aficionado que fantaseaba con todo lo que le podía aportar tal jugador miraba escéptico el caminar desganado por el campo del que debía ser la pieza fundamental de su equipo, hecho aterrador al parecerse a lo que un año antes pasó con Di María. Además, la confianza de Van Gaal no es eterna ni mucho menos, y cuando las malas actuaciones aparecieron, el duro de Louis no tuvo piedad con su compatriota y empezó a sustituirlo por chavales jóvenes como Martial o Lingard.

Memphis con el número siete
A día de hoy, Depay ya no es ni titular. Este fin de semana ha acumulado ya el tercer partido sin salir en el once inicial, subordinado a un chaval de la cantera que a principios de temporada no apuntaba ni a tener minutos: Jesse Lingard. Posiblemente, y viendo la tendencia del rendimiento de Memphis, se puede acusar al club de realizar otro mal fichaje, uno de tantos. Pero realmente, el traspaso de Depay no fue una mala inversión, pues el chico tiene sin ningún tipo de dudas las cualidades para triunfar en el equipo y hacer historia, pero su lastrante actitud vista en los campos, hacen que el culpable de esta situación solo sea él.
Memphis Depay, de prometedora estrella y futuro líder del equipo, a un simple actor secundario que entra desde el banquillo como revolucionario, o simplemente ni eso. El peso del ‘7’ está hundiendo al holandés y Van Gaal está dejando de concederle ocasiones ¿Se avecina un nuevo fracaso como el de Di María? Es triste, pero eso parece, y más con la ideología de Louis, que ha demostrado durante la temporada pasada que no le importan los galones de los jugadores y que la titularidad es para aquellos que rinden.
Sábado, en el aburrido y paupérrimo partido del Manchester United frente al West Brom, el chaval Lingard abrió la lata con un gol que parecía haber estado diseñado para que Depay lo ejecutase, y gracias a él, los red devils volvieron a salir airosos de otro partido de juego bochornoso y lento. Van Gaal sigue teniendo mucha faena por delante para encontrar la tecla que haga del United un equipo arrollador, y si ve que Memphis no le puede ayudar a conseguirlo no dudará en dejarle sin minutos, y con Louis ya se sabe, muchas veces cuando desaprovechas tu oportunidad nunca la vuelves a tener. Quién sabe si la temporada que viene veremos a la chiquillada de Manchester vestida de rojo con el nombre de su nuevo ídolo ‘Lingard’ escrito encima de un majestuoso ‘7’ blanco.

Memphis Depay, desesperado